Hace mucho tiempo tuve un sueño ¿sabes? En el aparecían cada uno de los sentimientos que existen, pero eran personas, personas sin ropa, incluso sin rostro y sin forma física definida. Aparecía la libertad, la muerte, la vida, la opresión, la ira y la compasión de la misma manera, sin ropa, sin rostro y sin definición. No se situaba en ningún paraíso de bajas hierbas y árboles de amplias copas colmadas de hojas, flores, y delicados pájaros que parecen deleitarnos con suaves melodías cada mañana, no, era un lugar frío, al igual quel anterior tampoco tenía horizonte fijo, pero era distinto, los suelos eran de cemento, en lugar de árboles de embriagadores olores. Lo que existía era una gran colección de columnas de acero y hormigón dispersas por aquel puto lugar. No había ni hierbas, ni un sol visible, ni animales y mucho menos ningún tipo de vida que representase la delicadeza, la brusquedad, ni la alegría…. Solo eso, el desolador hogar del tiempo.
El cielo era de color anaranjado, colmado de nubes, que, no eran blancas, ni si quiera se si ese color existía. Eran nubes que no reflejaban ninguna luz, ni tenían formas absurdas de las que uno se pueda reír.
Aquellas columnas de acero podían medir 10 metros como mínimo, y dispersas por aquel páramo, insultaban a la vida con su sola presencia. Un poco más separadas entre sí estaban situadas la columnas de hormigón, esas columnas que impresionaban, esas columnas que reclamaban el riego de toda forma de vida para sí, esas enormes columnas llenas de arrogancia y de sueños perdidos. Nunca llegue a pensar cuanto podían medir, pero tenían encanto…
Para mí, que simplemente soy ego, eran la gran representación del humano en aquel antro sin paredes.
Para mí, que simplemente soy ego, eran la gran representación del humano en aquel antro sin paredes.
Todo esto rodeaba a una pequeña plataforma de dos metros de altura, circular y rodeada de escaleras de hierro oxidado. Justo en el centro de la plataforma residía una aterradora columna de cinco metros de diámetro que poseía tal altura que formaba otro nuevo horizonte en el infinito cielo anaranjado. A su alrededor había una serie de sillones de metal, eran sillones que si fuesen de terciopelo y madera serían dignos del mas poderoso rey que jamás haya existido. Allí estaban, formando grupos, en los que estaban por un lado la soledad hablando con la lujuria, tan tranquilas, sin ningún reproche, sin ninguna discusión, hablando sobre la impotencia de una de ellas cuando nosotros, siguiendo la incoherente lógica que nos marca elegimos a la otra. Por otro lado estaban, la vida, la compasión y la ira, las tres calladas, observando una pequeña bola cristalina, una bola que representaba todo lo que pasaba aquí, en nuestras vidas, a través de símbolos enlazados unos con otros.
De repente, la vida se hecho a llorar, lloraba sin poder remediarlo, y se hundía por momentos. La ira le preguntó:
-¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras mal?
La vida, con una mirada desalmada le contestó:
-Llevamos aquí toda la eternidad, vigilamos a esas personas a través de unas simples codificaciones, e influenciamos sus vidas con nuestras acciones. Me da pena ¿sabes? Muchas de esas personas lo están pasando muy mal, viven en familias deshechas, y aún así cada uno reza a un dios, unos se lo inventan, otros siguen los pasos de otras personas, y otros simplemente no saben que creen en algo…
Entonces la ira le dijo:
-Mira, nosotros renunciamos a todo lo que ellos pueden tener, experimentar y descubrir. Renunciamos para poder cuidarles, y poder guardar sus sueños, entonces, no entiendo que llores por ello.
La vida se levantó, miró hacia la gran columna, y vio que el infinito se extendía ante sus pies, y llena de pensamientos de dolor les dijo a todos:
-Yo no me quejo de no poder experimentar, ni de no poder enamorarme, ni siquiera de no poder morir. Hoy viajé a la tierra, y observe cada esquina y cada casa, y pude ver que, lo que hay aquí son solo letras, son solo cosas imprecisas, nada es como leemos. Pero visité un edificio, y subí a la azotea. Allí había un hombre, un hombre al que se le notaba la desesperación sobre el, se le notaba que estaba apunto de estallar, y pude escuchar lo que decía su cabeza:
“No se a quien le hablo, no se en quien pienso cuando digo esto, pero, ayúdame. No puedo trabajar porque dicen que no estoy preparado ¡mentira! ¿Por qué? ¿Por qué no tengo un titulo? Se mas que cualquiera de los que están por esa insignificante calle y aun así no soy apto. No tengo pareja, nunca la tuve, al parecer soy demasiado bueno o demasiado triste, o pienso demasiado o les quiero demasiado. La gente qué me rodeaba se fue, me dejaron porque no les cuide, porque no les di lo que querían… nunca fue así, yo siempre estuve para ellos y ellos nunca para mi, y cuando no puedo estar es cuando dicen que no cuido de ellos, ¡ME DEJARON! Ni se despidieron, ni lloraron, ni les di pena, solo me dijeron “adiós, me has fallado”… ¿De verdad lo merezco?”
Pensé, pensé en que pudo haber fallado, en que pasó, pero antes de que me diese tiempo de acudir a el oí como alguien corría y saltaba… se había suicidado… y yo no podía hacer nada. La muerte no tuvo nada que ver, pues tenía otras cosas que hacer ese día, y yo no le quite su vida, entonces, ¿Qué pasó? Hoy lo entendí, podemos darles y quitarles, podemos salvarles y maldecirles, pero ellos pueden acabar con todo si quieren, y llegue a la conclusión, a ese hombre no le dejaron sus amigos, le dejamos nosotros, nosotros le hemos matado, y todo porque somos los regidores de la existencia. ¿No os dais cuanta de que desde una silla es muy facil hablar y mover un dedo? En la realidad no es asi, ellos sufren porque no les escuchamos, y ningun otro dios puede solucionar eso, nadie puede salvarlos de que nosotros les abandonemos.
Todos y cada uno de los presentes agacho la cabeza y callaron, y vieron la insignificante tarea que era estar sentado decidiendo el destino de los demás… nunca mas volví a soñar con ellos, desde entonces tan sólo sueño son una tumba en la que pone: “aquí yace el destino de cualquier persona”
Puede que pienses que es un simple sueño, o que son delirios, pero la verdad es que en quien yo pienso cuando lloro es en algún ente que me hace llorar, que acaba volviéndose de forma difusa en mis recuerdos con el tiempo y olvidas su rostro, cuando pienso en suicidarme pienso en las cosas buenas y las malas que se contradicen y me hacen querer desparecer…. La tristeza, la vida, la muerte… no existe un dios, estoy seguro, pero si que se que todos sentimos que hay algo detrás de cada acción…
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